El desnudo femenino, ese milenario objeto de deseo, es ahora pensado por Lorena Zamora en un ejercicio desde una especie de “gineceo intelectual” de la posmodernidad en la que nada es verdad y todo es posible. De manera un tanto tímida y sumamente cautelosa, ella entra como de puntillas en un escenario por mucho tiempo prohibido y establece un rico dialogo entre mujeres: las artistas, los desnudos representados y la que mira.