Carlos Mérida tiene el mérito de ser, en el contexto del nuevo arte continental, el primer introductor del americanismo, según lo declaró, en 1924, Diego Rivera. Por años, los críticos han discutido su obra, apuntando sus características peculiares y valorado sus logros; en cambio, la opinión que sobre sí y sus contemporáneos nos legó el pintor, sus afanes difusores del primer movimiento de arte público mexicano, o sus posteriores impugnaciones al mismo son menos conocidos. Para recuperar ese olvido, al menos de manera parcial, publicamos en este primer volumen algunos escritos del artista sobre el muralismo, complementándolo con el segundo en el que reunimos sus escritos sobre danza.