En los años noventa del siglo XX se decretaron o, en el mejor de los casos, se diagnosticaron muchas muertes: de la historia, de la política, del sujeto, de las utopías, del Estado-nación, de las ideologías e incluso del arte. Pero si todo ello ha muerto y el arte también ¿por qué existe tanta preocupación por este y otros asuntos?, ¿se trata de una manía necrológica post-teórica que agobia a los intelectuales urbi et orbi? La del arte, como la de la política, de las ideologías, las utopías y las perspectivas u horizontes culturales, nunca es una muerte total. Su agonía, por el contrario, es continua.